Los extensos pastizales de las amplias y suaves llanuras de la Mancha, inmortalizadas universalmente por Miguel de Cervantes, son el hábitat de la oveja manchega, raza conservada pura en Castilla-La Mancha y de la que se extrae la leche con la que se elabora el delicioso Queso Manchego. Con Denominación de Origen Protegido (DOP) desde 1992, su sabor y propiedades únicas, y su proceso de elaboración, mantenido inalterable a lo largo del tiempo, lo han convertido en el queso español más famoso del mundo.
Desde la Edad de Bronce –varios restos arqueológicos evidencian la elaboración del Queso Manchego ya en aquella época– hasta nuestros días, las tierras manchegas han sido y son el escenario de la producción de esta delicatessen para el paladar, unas tierras que abarcan 44.000 km2 y 399 municipios de las provincias de Albacete, Ciudad Real, Cuenca y Toledo.
Como bien podrá imaginar el viajero, es imposible condensar en estas líneas los encantos y bondades de esta basta extensión geográfica en la que seguir el rastro de este producto estrella de la gastronomía castellanomanchega, no obstante aquí van algunos rincones que no debería perderse y en los que se conjuga la más exquisita riqueza monumental, con el encanto de lo manchego y la delicada belleza de lo rural.
Las monumentales ciudades de Toledo y Cuenca son parada imprescindible, declaradas Patrimonio de la Humanidad, encierran una riqueza histórica y artística que no deja indiferente. También la cosmopolita Albacete y la dinámica Ciudad Real son buenas opciones desde las que recorrer los campos manchegos en busca de nuestro protagonista gastronómico.
En Campo de Criptana descubrimos su encalado y manchego albaicín y sus magníficos molinos. Alcázar de San Juan ofrece una rico patrimonio monumental ligado a su tradición cervantina. Tomelloso, situada en el centro de la comarca natural de la Mancha, es un atractivo centro cultural y cuna de ilustres pintores y escritores. En Corral de Almaguer, conventos, iglesias y casonas dan sabor a un entramado urbano de espíritu típicamente manchego. Los molinos de Consuegra que se levantan junto al castillo en el inconfundible cerro Calderico son también para obligada en cualquier ruta por la comarca. O Villamayor de Santiago, cruce natural de caminos con un caserío que invita a la visita sosegada disfrutando de su popular arquitectura.
Si bien el estómago agradecerá el paseo gastronómico con el queso manchego siempre en nuestro menú, no estará de más acercarse a algunos de los rincones en los que la naturaleza estalla en todo su esplendor. Valgan como posibles destinos el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel o las mágicas Lagunas de Ruidera.
En cada rincón podremos encontrar alguna de las muchas queserías que repartidas por toda la geografía manchega abren sus puertas al visitante para descubrir los secretos de la elaboración del queso manchego, y, para conocer algo más de su historia, podemos acercarnos a algunos de los museos dedicados en exclusiva nuestro gastronómico protagonista, como el de Villarejo-Periesteban (Cuenca) y el de Manzanares (Ciudad Real).
Sin duda, un viaje para los sentidos con protagonismo del gusto y el olfato, que nos permitirá descubrir este queso aromático, con ese toque a caramelo de mantequilla y notas almendradas, absolutamente delicioso.